Viaje en el tiempo

ETAPA XIX · Astorga – Foncebadón

Volvieron los montes. Subidas y bajadas de padecen/disfrutan con los ojos, los pies y el corazón. El primer destino de esta nueva etapa fue Foncebadón. Un pueblo perdido en el tiempo. «Cuando empecé a venir solo había acá dos personas viviendo«, recuerda Fernando Esteban (lleva unos 7 años como hospitalero voluntario en el Albergue Parroquial Domus Dei) y sigue: «Una señora con su hijo, que tiraba piedras a los peregrinos para ahuyentarlos, te guardaba a sus vacas en este espacio que estaba cayéndose a pedazos«.

Tras hacer el camino unas 18 veces, decidió que era tiempo de devolver al camino algo de lo que éste le había regalado y por eso lleva 16 años dedicando unas semanas al año a ser hospitalero. Su mirada profunda, su espíritu servicial y su tono justo de firmeza y calidez denotan un gran amor. Ese parece ser el ingrediente clave en esta casa que reúne a los peregrinos como familia.

A las 18:15 tenemos encuentro de intercambio y luego prepararemos la cena en comunidad. Mañana nadie puede levantarse antes de las 6 y todos estamos invitados (lo plenteó casi como una obligación) a desayunar antes de encarar 12km sin pueblos intermedios.

Así es todo en este lugar -a unos 25/27km de Astorga- al que se llega luego de una subida tranquila pero constante. Uno se sumerge en un tiempo paralelo y tanto es así que el restaurante principal es un lugar donde se sirve comida «medieval». Toda la decoración tiene ese espíritu. Comí ciervo con papas. Compartimos un vino en jarra. Fue un gran momento, larga comida que rematamos con un café.

Brindis por la vida, por el camino recorrido y por los pasos que vendrán en el restaurante medieval de Foncebadón.

A eso se suma el WiFi escaso, que obliga a bajar el ritmo y mirar alrededor. A disfrutar una breve siesta mientras afuera llueve. A saborear cada segundo como es: único, efímero, irrepetible… El tiempo tiene otro ritmo, más calmo. 

El clima ayuda: cayeron unas gotas cuando estábamos llegando (hice buenos tramos con David y Pedro, los asturianos). Ya en el albergue y después de haberme «acomodado», se largó a llover.

Rocío, la española, está en el mismo albergue que yo. También hay varios italianos, Victoria (de Bielorrusia), dos hermanas polacas (Kate & Anushka), Urosh, un serbio que estuvo viviendo en Australia.

El rato de compartida fue lindísimo. Por alguna razón (supongo que por hablar inglés y español) me tocó traducir de una a otra lengua. Fue la excusa para prestar más atención a lo que cada uno traía.

Fernando nos contó historias del camino y fue hermoso. Nos trata con algo de rigidez, creo que a los más chicos los inhibe un poco su forma, pero al mismo tiempo siento que nos regala algo de la riqueza del camino.

 

Autor: Flor

Pedaleo de acá para allá, tengo corazón misionero y un no-sé-qué peregrino. Me gustan los mates tranquilos y los buenos momentos compartidos. Estudié comunicación y escribo de moda (entre otras cosas). Amo armar cuadernos y álbumes de fotos, todavía las imprimo. Disfruto cada travesía: en todas encuentro algo de magia. Y acá estoy, contando un poco lo que viene mi cabeza. La excusa para empezar, fue tener en el horizonte el Camino de Santiago, un viaje que prometía ser distinto y superó todas las expectativas.

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